Creo que acierto si digo que todos habéis escuchado alguna vez el pasodoble «Alcalá de Henares», quizás en directo y cantado por la Tuna. Es más, probablemente muchos os hayáis arrancado con ella. No os negaré que yo lo he hecho muchas veces y no solo en Alcalá: creo recordar que una vez lo llegamos a cantar mis amigos y yo en Munich. Pero centrémonos. No sé si sabéis que realmente no es el himno oficial de la ciudad porque nunca ha sido aprobado como tal por el Ayuntamiento. La realidad es que no tenemos himno aunque más de una vez sea considerado como tal. ¿Queréis saber su historia?
Fue el gran cronista alcalaíno José García Saldaña quien nos contó, como testigo directo que fue, de la creación de la canción en un artículo de su libro Documentos olvidados (1986). Son tres los padres del pasodoble y tenemos que remontarnos a finales de los años 50. En aquellos años había llegado a Alcalá un teniente coronel destinado en uno de los cuarteles de nuestra ciudad llamado Fernando Sáez de Santamaría. Aficionado a escribir, entró en contacto con personalidades locales como Fernando Sancho (Luis Madrona) o el propio José Saldaña con los que publicaba artículos en el periódico Nuevo Alcalá bajo el pseudónimo de Fernando Flandes. Fue el autor de la letra.
El Maestro José Cebrián fue el encargado de componer la partitura para la canción. Por desgracia y por más que he buscado, no he encontrado ningún dato sobre su vida.
El último protagonista se llamaba Pedro José Navarro, un constructor aragonés cuyo olfato trajo a Alcalá en los albores de conversión en ciudad dormitorio de Madrid, dónde construiría los edificios de viviendas del barrio de los Toreros y de las Eras del Muelle. Así describió José García Saldaña al constructor maño, promotor de la obra:
Hombre rumboso, pronto se sintió vinculado con lo que era y representaba Alcalá. Por ello no se limitó sólo a construir casas, sino que participó muy activamente en cualquier iniciativa benéfica; y a fe que lo hizo con generosidad ejemplar. Por ello, la Cruz Roja le condecoró con una de sus medallas muy merecidamente.
Presentados los artífices, hablemos de su creación ¿Y quién mejor para contarlo que el propio autor? Para nuestra fortuna, José García Saldaña transcribió en su obra un articulito que el propio Fernando Flandes escribió sobre el nacimiento de la canción:
Pedro José Navarro, a quien todos ustedes conocen, quería un pasodoble para Alcalá. Quería también que estuviera hecho el día de la imposición a él y a otras distinguidas personalidades, sus justamente ganadas medallas de la Cruz Roja. El día de la Ascensión coincidí, por casualidad, con Navarro y con el maestro Cebrián. Se habló de los propósitos del primero y decidí escribir las palabras – a mí me gusta más decir “las palabras” que la letra- del mismo. Lo hice en muy poco tiempo. Ocurre eso siempre que se siente lo que se escribe. Al empezar a hacerlo me di cuenta de que el pasodoble lo tenía ya escrito dentro de mí. Las palabras sólo necesitaban un camino para salir y lo tomaron rápidamente al notar que mi estilográfica tocaba el papel. ¿Por qué? Es fácil de explicar. He oído en las frías mañanas llamar a la oración a las viejas campanas de las Clarisas, de las Bernardas, de las Ursulas…; he caminado sólo muchas veces, avanzada la noche, por las calles empedradas imaginando en sus bellos rincones escenas de otro tiempo; he reflexionado ante la sufrida muralla al contemplar sus melladas almenas; me he emocionado al ver las nobles piedras que sirven de fondo a la desnuda torre de la destruida iglesia de Santa María: En el Paraninfo de la Universidad he leído los nombres de gloria de la cultura española y en el Ayuntamiento he ojeado un ejemplar de la Biblia Políglota Complutense. A la estatua de Cervantes la he contemplado de día y de noche , desde todos los punto de vista que, a ras de tierra, permite la entrañable plaza que lleva su nombre. Veo cada día una renovación de estudios en las histórica Universidad y cómo se levantan activamente en las lindes de la ciudad, fábricas y viviendas. Y he sentido que las gentes de Alcalá se entregan al que se entrega y se dan al que se da.
Todas las sensaciones de nostalgia y esperanza a la par, que estas cosas me han ido produciendo, se fueron sedimentando, apenas sin darme cuenta, dentro del alma, y el día que decidí escribir las palabras del pasodoble se despertaron, se inquietaron se hicieron conceptos, se hicieron frases, se me escaparon al papel y luego , por la magia y la sensibilidad del maestro Cebrían, se hicieron música. Cebrián ha puesto sobre cada sílaba la nota que, además de revalorizarla, la había de dar su tono preciso y su más adecuado sentimiento. Ahora mis palabras y sus notas ya andan sueltas por el aire de nuestra intimidad, de nuestro “pequeño mundo”, con afanes de volar empujadas por el viento hacia otros mas amplios horizontes.
Todas las canciones tienen su historia, que unas veces es corta, otras larga y hasta curiosa en alguna ocasión. Ya se habrán dado cuenta ustedes que lo que hoy escribo es unas de las modestas páginas de la historia de nuestro pasodoble. Para completar esa página me falta decir algo. Me estoy refiriendo a la frase en la que se alude a la Virgen del Val. Mis más queridas esperanzas las tengo puesta en la Virgen del Pilar. Tengo, en cambio, un gran cariño y una gran simpatía por la imagen de la Virgen del Val, que está todo el año en la ermita cercana al río . La imagen es de yeso y la ornamentación fría. Cuando se entra allí al inclinarse para rezar, se experimenta la sensación de que ante aquella imagen no se puede pedir nada, ni por nadie. Está tan solitaria, tan … Parece que es Ella la que le pide a uno. El caso es que decidí cantarla en mis pobres palabras con ermita y todo, para atender a la petición que he inventado que me hizo la última vez que estuve allí, y al mismo tiempo con la secreta esperanza – que en este momento deja de ser secreta, pero no esperanza- de que al ponerla con música en la boca de los alcalaínos, nos acordemos todos de ellas con más frecuencia. Con eso basta.
Perdónenme ustedes, por favor, que haya escrito este artículo en primera persona. El tema y su circunstancia me han obligado a ello.
Fernando Flandes
Fue en aquel acto de la Cruz Roja, el miércoles 29 de julio de 1960, donde la Banda de Ramón interpretó por primera vez el pasodoble Alcalá de Henares (que ese es su título) en la antigua plaza de toros. En seguida alcanzó gran popularidad en nuestra ciudad y el propio Ayuntamiento financió la grabación de la canción en 1965, interpretada por la rondalla Cerezo y sus muchachos liderada por el fotógrafo Antonio Cerezo, quien nos dejó hace dos años. Más tarde cogerían el relevo tanto la Tuna de la ULA como la de la UAH…y hasta hoy.
Esta es la historia del pasodoble Alcalá de Henares, nuestro himno aunque no lo sea oficialmente. Creo que no hay nada (ni podría haberlo) que represente mejor musicalmente nuestra ciudad y su Historia. Y es producto de alcalaínos de adopción. Curioso. Disfrutadlo.
Sobre la huella de antiguos estudiantes
que en otro tiempo rondaron la ciudad
hoy se pasean las chicas elegantes
igual de guapas que antes, que alegran AlcaláEn los conventos la voz de la campana
recuerda siglos de rezo y vocación
y cuando duermes, el eco de rondallas
despierta melodías que oíste con amorAlcalá de Henares
de la lengua y la cultura tu eres gloria
que ilumina con su llama la memoria
lo mejor de la española tradiciónAlcalá de Henares
al cobijo de tu sombra quiero estar
y cerquita, muy cerquita de la Virgen
que se venera en la ermita del ValHoy ya no hay tunas que vendan ilusiones
ni la muralla defienden tu solar
pero en las rejas que cercan tus balcones
alegres corazones se vuelven a asomarEntre la hiedra que oculta tu añoranza
y por las grietas que hieren su dolor
sonríen mudas las piedras milenarias
pues saben que otras nuevas reviven tu calorAlcalá de Henares
de la lengua y cultura tu eres gloria
que ilumina con su llama la memoria
lo mejor de la española tradiciónAlcalá de Henares
al cobijo de tu sombra quiero estar
y cerquita, muy cerquita de la Virgen
que se venera en la ermita del Val